Estaba junto al semáforo. Una mujer gritó su nombre y él giró la cabeza hacia la voz. Oyó un frenazo, se volvió y sintió el retrovisor de un autobús a un palmo de su cara. Todo el mundo le estaba mirando. El conductor, tras el cristal, se golpeaba la sien con el dedo índice.
2 comentarios:
Uuuuuuyyyyy!
Ni se quedó sin respiración, ni se le hizo un nudo en el estómago, ni le flojearon las piernas, ni se le aceleró el pulso, ni se sintió avergonzado. No sintió nada. Quizá algo parecido al desprecio.
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